Cuentan que había una mina de sal en las afueras de Moyobamba. Esta
mina tenía “madre”, la cual se presentó un día de forma de una viejita
haraposa a la casa de una señora que estaba preparando tortillas de
yuca.
Pidió a la señora que le diera un pedacito para probar su
sal; la señora accedió y la viejecita introdujo el trozo de tortilla en
la boca y la probó, luego comprimiendo la nariz, arrojó la mucosidad
sobre la masa de yuca que estaba en el batán, diciendo que le faltaba
sal.
Entonces la dueña de la casa se enojó y la echó fuera
insultándola de cochina. La vieja al salir de casa dijo resentida: “No
me quieren, tendré que ir muy lejos y allá me buscarán” y se marchó.
Ellas
no comprendieron el sentido de las palabras pronunciadas por la vieja
ni se dieron cuenta quién era. Pero en la noche, la señora de la casa
soñó que aquella viejecita era la “madre de la sal”.
Luego que pasaron algunos días, fueron como de costumbre a la mina a traer sal y no encontraron, entonces regresaron afligidos.
Cierto
día unos cazadores se internaron en la selva en busca de animales y
encontraron la mina de sal al pie de un cerro, muy distante del sitio
en que estuvo anteriormente y hasta hoy la mina continúa en ese lugar.
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